Mi vínculo con la Unión Europea comenzó en 2011, cuando inicié mi labor como monitora ROM (Monitoreo Orientado a Resultados) en proyectos de cooperación internacional. Desde entonces he desarrollado 14 misiones ROM en América Latina y el Caribe, de la mano de consorcios liderados por Eptisa, Integration y Komis.
Estos viajes me llevaron a países como Paraguay, Colombia, Perú, Bolivia, Ecuador, México, Costa Rica, El Salvador, Guatemala y República Dominicana, donde tuve la oportunidad de adentrarme en proyectos de gran diversidad temática: la equidad de género, la inclusión de personas con discapacidad, la defensa de los derechos de los pueblos indígenas, la debida diligencia, el fortalecimiento de cadenas de valor agropecuarias para garantizar seguridad alimentaria, el acceso a saneamiento básico y agua potable, los acuerdos de paz y mecanismos de justicia transicional, así como la protección de defensores y defensoras de derechos humanos.
Con el tiempo, mi trabajo se amplió más allá del monitoreo. He liderado procesos de sistematización de datos RDC (Result Data Collection), cuyo objetivo es dar visibilidad y sustento a los resultados alcanzados en los proyectos financiados por la UE. Estos procesos los he desarrollado en países como Colombia, Venezuela, Argentina, Perú, Ecuador, México y Costa Rica.
También colaboro en estudios de convocatorias públicas de proyectos para distintas delegaciones de la UE, a través de la empresa Niras, en países como República Dominicana, Honduras, El Salvador, Ecuador y Venezuela.
Finalmente, he facilitado procesos de formación y asesoría en el diseño y mejora de marcos lógicos para proyectos en las delegaciones de República Dominicana y México, acompañando a equipos técnicos en el fortalecimiento de sus capacidades de formulación y gestión.
Mi camino con Entreculturas comenzó en 2012, y desde entonces he tenido la oportunidad de acompañarles en la evaluación de más de una decena de evaluaciones de proyectos desplegados en distintos rincones de América Latina y el Caribe. Paraguay, Perú, Ecuador, Nicaragua, Honduras, El Salvador o República Dominicana son solo algunos de los países donde he podido acercarme a su labor junto a contrapartes como Fe y Alegría, Centro Bonó, CEFASA o CEPAG.
Cada proyecto me abrió la puerta a una realidad distinta: desde la seguridad alimentaria hasta la equidad de género en las escuelas, pasando por la prevención de la violencia infantil, la promoción de una cultura de paz, la inclusión laboral de jóvenes en riesgo de exclusión social, la protección de defensores y defensoras de derechos humanos, o el fortalecimiento institucional. Muchos de estos proyectos contaban con el apoyo de financiadores públicos como la Junta de Andalucía, la Xunta de Galicia o la Unión Europea.
Entre las experiencias más enriquecedoras destaco las dos evaluaciones que realicé al Programa Internacional de Voluntariado VOLPA. El aprendizaje generado a partir de ellas fue tan valioso que sirvió de base para una publicación conmemorativa de los 25 años del programa, un hito muy especial para la organización.
Mi colaboración no se ha limitado a la evaluación. También he facilitado procesos formativos dirigidos a equipos técnicos del área de cooperación internacional y a profesionales de la red de Fe y Alegría. En estos espacios hemos trabajado sobre teoría del cambio, diseño de indicadores y marcos lógicos, fortaleciendo así las capacidades para formular y gestionar proyectos con mayor solidez e impacto.
Mi historia con FOAL comenzó en 2020, en plena pandemia. A través de un monitoreo ROM de la Unión Europea, realicé de manera online el seguimiento de un proyecto en República Dominicana cuyo objetivo era fortalecer a las organizaciones representativas de personas con discapacidad para implementar las Observaciones Finales del Comité de Naciones Unidas sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad.
La relación no terminó allí. Tras ese primer acercamiento, FOAL me confió el diseño de un sistema de seguimiento del proyecto, con el propósito de mejorar sus mecanismos de rendición de cuentas.
En 2021, la colaboración dio un paso más: me encargaron la evaluación del Programa de Inclusión Educativa que desarrollan en América Latina. Los hallazgos de este trabajo se compartieron y debatieron junto a todas sus contrapartes en un seminario celebrado en Guatemala. Posteriormente llevaron a cabo muchas de las recomendaciones que se habían sugerido en el informe final.
Un año después, en 2022, me pidieron evaluar el Programa Regional Ágora, orientado a la inclusión laboral de personas con discapacidad visual en la región. Los resultados fueron presentados en un seminario internacional financiado por la AECID, generando un valioso espacio de aprendizaje colectivo.
Como fruto de las recomendaciones de ambas evaluaciones, en 2023 FOAL me solicitó apoyo para mejorar los sistemas de seguimiento no solo de sus dos programas principales, sino también de otras dos áreas estratégicas: equidad de género e incidencia en políticas públicas.
Todas estas evaluaciones y procesos de seguimiento se llevaron a cabo de forma participativa y pedagógica, trabajando mano a mano con los equipos técnicos. Cada ejercicio comenzó con la construcción de la teoría del cambio, lo que permitió identificar los hitos clave a medir. Gracias a ello, hoy FOAL cuenta con un sistema de seguimiento sólido que le permite medir su impacto social en sus cuatro áreas de intervención.
Empecé a trabajar con ActionAid en Guatemala en el año 2020 cuando la Unión Europea me encargó hacer el seguimiento ROM a un proyecto que buscaba la lograr la gobernanza territorial de los pueblos indígenas en un territorio marcado donde la expansión de la industria palmera se extiende sin respetar los derechos de los pueblos.
Durante aquel monitoreo, más que un ejercicio técnico, se abrió un espacio de diálogo. Junto con las comunidades y el equipo del proyecto, construimos recomendaciones que no quedaron en el papel: se pusieron en marcha y marcaron la diferencia. El resultado fue un cierre exitoso de la iniciativa.
Al concluir el proyecto, en 2022, ActionAid me confió una nueva responsabilidad: la evaluación final. Aquella etapa no solo trajo aprendizajes y nuevas recomendaciones, sino también la continuidad de la financiación europea para dar vida a la siguiente fase del proceso.
En 2024 me solicitaron nuevamente la evaluación del segundo proyecto que permitió completar el proceso iniciado años atrás. Esta vez el Proyecto se había centrado sobre todo en la defensa del derecho al agua y derechos ambientales. La evaluación nos permitió abrir un espacio de formación en Teoría del Cambio. Fue una oportunidad para que el equipo de proyectos aprendiera a diseñar con mayor claridad, medir con precisión y visibilizar el verdadero impacto social de su trabajo.
Hoy la relación con ActionAid continúa, a través de consultas puntuales, en ese acompañamiento cercano que sigue aportando mejoras a sus formulaciones y, sobre todo, fortalece el camino hacia una gestión más transformadora.
En 2025 decidí dar un paso más en mi trayectoria y ampliar mi campo de acción hacia la evaluación de proyectos sociales en España. Ese mismo año, me presenté a una convocatoria pública de la Fundación Aspacia y fui seleccionada para evaluar el Centro de Atención Integral contra la Violencia Sexual Benita Pastrana, un espacio que, tras dos años de funcionamiento, se había convertido en un referente en la ciudad.
Este centro, financiado por el Ayuntamiento de Madrid e integrado en su Red de Recursos contra la Violencia Sexual, no era solo un servicio: representaba un refugio y una oportunidad de recuperación integral para mujeres supervivientes. Su misión es clara y poderosa: brindar acompañamiento psicosocial, jurídico y educativo desde un enfoque feminista y de derechos humanos, con el empoderamiento como horizonte.
La evaluación se diseñó siguiendo la Teoría del Cambio y con un enfoque participativo, lo que permitió que tanto el personal técnico del Ayuntamiento como el de Aspacia fueran parte activa del proceso. No se trataba únicamente de analizar resultados, sino de abrir un espacio de reflexión conjunta. Gracias a esa implicación, ambos equipos lograron identificar con mayor claridad sus fortalezas, reconocer puntos de mejora y, sobre todo, fortalecer los lazos de comunicación entre instituciones.
Las conclusiones y recomendaciones se compartieron en un encuentro entre ambas organizaciones. Allí, más que exponer hallazgos, se generó un diálogo vivo que dio lugar a un plan de implementación consensuado, asegurando que los aprendizajes de la evaluación se tradujeran en mejoras reales para el funcionamiento del centro y, sobre todo, para el acompañamiento a las mujeres.